Dos personajes importantes han
dejado de estar en el poder, uno por renuncia propia y otro por haber muerto
por cáncer. Dos personajes polémicos, con apasionados partidarios y
detractores. Son el Papa Benedicto XVI, que dimite de su cargo, algo que ningún
Papa hacía desde hace muchos siglos, y el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez,
después de agonizar por su grave enfermedad. Dos personajes que nunca han sido
de mi simpatía, voy a ser sincero.
Aunque ambos hayan sido vistos
como luchadores por los pobres, el uno ha actuado con costumbres anticuadas y
el otro con toneladas de demagogia que mancharon irremediablemente sus loables
propósitos. Iré por partes: Chávez hubiera necesitado clases de educación, o
aprender de sus colegas Lula y Nelson Mandela. El ex Presidente del Brasil
demostró determinación, fe, convicción en sus ideas. Lo mismo que Mandela en
Sudáfrica. Y eso que éste último hizo salir a su país de un terrible Régimen
político racista y ultraconservador, que condenaba a los de su raza a un papel
de semi esclavitud. Pero ejemplarmente supo reconciliar a blancos y negros, que
ahora pueden convivir sin problemas, como cuando vemos un equipo de fútbol
francés, con la mitad de sus jugadores de raza negra o magrebí, muchos
musulmanes, junto con sus compañeros blancos y católicos.
Brasil, por su parte, como
toda Latinoamérica, sobrevivía como podía, y Lula supo hacer disminuir en buena
parte ésta lacra.
En cambio, Chávez supo hacer
lo mismo en Venezuela y hacerlo más habitable, ha hecho grandes logros contra
la pobreza y por la Educación, pero le perdieron las formas. Nunca he soportado
a la gente mal educada, y Chávez lo era. Por ello, el Rey Juan Carlos I le dijo
su famoso: “¿Por qué no te callas?” No se puede gobernar con ademanes de chulo,
no dejar hablar a todo aquel que no opinara lo mismo que él, cerrara medios de
comunicación no afines e incluso dejarse llevar él mismo por el culto a la
personalidad. Eso es lo que me impide considerarlo como una especie de
Jesucristo, los Doce Apóstoles y todo el Santoral junto, como nos quieren
mostrarlo.
Teniendo además aliados tan
poco recomendables como el Presidente del Iran, Mahmud Ahmadineyad, que incluso
tiene la poca delicadeza de cuestionar el Holocausto de 6 millones de judíos. Y
que conste que no estoy para nada a favor de la “caverna” que ahora celebra su
muerte. Peores remedios tienen ellos. Los mismos que hacen un culto a la
personalidad parecido al Papa Benedicto XVI, el cual ha dimitido desbordado por
terribles problemas que cada vez más manchan la imagen de toda la Iglesia
Católica, desde los innumerables casos de pederastia mal abordados y peor
denunciados a las intrigas por el poder en el Vaticano que parecen sacados de
una mediocre novela tipo “El código Da Vinci”, por cierto considerada
difamatoria por el mismo Vaticano. Una Iglesia que cada vez más se acerca a la
manera de ver la vida de fundamentalistas de Oriente Medio que de una sociedad
moderna, justa e igual para todos.
Salvo el trabajo infatigable
de gente de la Iglesia de la jerarquía más baja, que nunca sale en los
telediarios, mientras sus jefes hacen todo lo contrario. La excusa más bien
diplomática del Pontífice para dimitir ha provocado toda clase de
especulaciones. ¿Se va por que está demasiado viejo a sus 86 años para seguir?
¿Alguien quiere verle muerto para ocupar su puesto? ¿Hay tanta corrupción,
económica y moral, entre los aparentemente decentes e intachables dirigentes de
la Iglesia próximos a Su Santidad? Esto último, por cierto, denunciado incluso
por los todopoderosos medios de Silvio Berlusconi, aunque éste sólo ataca a
gente de la Iglesia que no le apoye a él. Con la ausencia definitiva de estos
dos personajes, no sabemos cuál será el futuro de Venezuela y el Vaticano. Pero
en ambos hace falta cambio de rumbo, ambos dirigentes no me parecen ningún
ejemplo. Y eso que el Papa sabe guardar mejor las formas, no necesitaba hacer
el payaso como Chávez en aquel inefable programa de la televisión venezolana,
en plan consultorio de Elena Francis y que hubiera quedado muy bien en “Ginger
y Fred” de Federico Fellini, donde el maestro italiano satirizaba la
telebasura. Benedicto XVI sólo daba que hablar cuando escribía en Twitter, y
Chávez era el José Mourinho de la Política.
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