Luis Bárcenas, o como será
recordado de por vida por la gente de la calle, Luis el Cabrón, ya está en la
cárcel. No sabemos si no será por mucho tiempo, como pasó con Miguel Blesa o
Lluís Millet, pero su actitud, en vez de ayudar a superarlo todo, se ha ido
degenerando y convirtiendo en una película de Mariano Ozores, por las
situaciones surrealistas y ridículas en las que él y los que le rodean han
provocado. Si fuera un argumento de película de humor más inteligente, como
Woody Allen, Bárcenas se habría limitado a tener una aventura extramatrimonial
con alguna mujer dirigente del PP, sin que la mujer de él jamás sospechara algo
parecido. Pero una situación que el maestro Woody Allen habría llenado de
magistrales diálogos sobre el sentido de la vida, en la vida real resultan
cansinos los que hemos escuchado, sobre todo los que han intentado defender al
personaje o lanzar balones fuera de la manera más surrealista, como la Cospedal
con su inefable explicación del “finiquito en diferido”. A ver, yo, que me
quedé en el paro hace un año y aun espero que me paguen el finiquito, que me
explique ella cómo es ese finiquito, que como es diferido, quizá por eso no lo
he cobrado todavía. Los políticos, cuando se ven acorralados, son maestros en
el arte del lenguaje, pero ni teniendo la habilidad dialéctica del gran Groucho
Marx podrían convencernos de que todo lo ocurrido con Luis Bárcenas no ha
dejado en muy mal lugar a todos.
En mejor lugar quedaron los
organizadores del Concert per a la Llibertat en el Camp Nou, que han mostrado
fe en lo que creen. Nunca algo como pedir la libertad para Catalunya se ha
mostrado de manera más elegante, sin ese odio visceral que algunos paranoicos
dicen ver contra otros países. Gente de esos mismos países que dicen que son
atacados sin piedad. Vamos, me recuerdan a los que odian a los franceses por
que dicen que vienen a robarnos a nuestras mujeres y a nuestras novias, o que van
a desvirgar a nuestras hijas sin la menor decencia, seduciéndolas con su famosa
labia y su famosa lengua poética. No pude ver el Concert al vivir en otra
ciudad y quedar a aquellas mismas horas con amigos, pero la emoción que se
sintió, con gente de toda condición que asistió y con toda clase de cantantes
de todos los estilos, debió de ser descomunal. Cuando se expresa una idea que
quizá no guste a todo el mundo, como es que Catalunya tenga otra manera de
buscar su lugar en el mundo, si se hace con elegancia, con cariño y con fe,
acaba agradando incluso a quienes no son partidarios de ella. Catalunya
renunció hace años a la violencia, tanto la de los anarquistas como la de Terra
Lliure, no servía ya para nada. Y desde Madrid deberían hacérselo mirar, pues sólo
ellos han sido los responsables de que no se les entienda lo que quieren decir.
Su soberbia lo ha impedido. Para empezar, su obsesión por hacer unos Juegos
Olímpicos, que parece más envidia por los de Barcelona, que fueron
inigualables.
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