Érase una vez un periodista
tan importante, tan importante, y tan bueno, tan bueno, que podría haber
escrito él solo todos los artículos y columnas de un periódico, pues nadie como
él sabía encontrar el punto justo, la justa belleza de cada renglón, de cada
sílaba, del punto justo de la frase exacta que iba a atraer la mirada del
lector, habitual o no del periódico.
Parece un dios, pues
sólo un dios podría ser perfecto, pero no, no es ningún dios. O él mismo se
cree lo contrario. Me refiero al periodista Pedro José Ramírez, más conocido
por Pedro Jota, el de los tirantes, que en esto sucedió a Manuel Fraga, y los
convirtiera en parte de su personalidad, como Groucho Marx con su bigote
pintado y su cigarro puro, o Woody Allen con sus gafas de pasta, o Pablo
Iglesias (el de Podemos) con su coleta. Es decir, nadie más terrenal que
cualquiera de nosotros, nada divino ni celestial.
Cuando dirigía Diario
16, su estilo periodístico era sensacionalista, un estilo de Prensa casi
inexistente en España. Cada dos por tres se metía en líos por artículos con
tonos escandalosos, que en aquella España que aun salía del anticuado
puritanismo franquista no sentaba nada bien. Se recuerda que el diario fue
secuestrado más de una vez por publicar determinados artículos de
investigación, como uno que hablaba de investigaciones posteriores al 23-F, con
ilustraciones en portada de implicados.
Al llegar Felipe
González al poder, al principio le apoyaba, pero luego se enfadó con él y se
convirtió en su principal enemigo periodístico. En 1986 fue defenestrado de la
dirección de Diario 16, culpando de ello al Presidente socialista, y se fue
jurando de todo, asegurando que haría un nuevo periódico.
En 1989 lo consiguió,
fundar un nuevo periódico, El Mundo. Y poco a poco fue creciendo mientras
Diario 16 agonizaba hasta su desaparición. Apoyó a José María Aznar cuando era
el candidato del PP para Presidente y con cada vez más votos. Y cuando la
tragedia del 11 Marzo 2004, ahí empezó su show Pedro Jota, sus cientos de
portadas acusando a ETA de haber cometido aquellos atentados, aunque al final
incluso Bush reconoció que sólo fue Al Qaeda. Nos aprendimos de memoria todo lo
relacionado con la palabra mágica Titadyne, leíamos toda clase de complots
tanto de los servicios secretos marroquíes como de los franceses contra Aznar y
el PP para que ganase Zapatero, admirador confeso de Francia. La soberbia de
Pedro Jota subía más y más, y llegó a publicar un libro sobre Titadyne y ETA
titulado “Yo acuso”, como si se creyera Émile Zola cuando Francia estaba tocada
por el caso Dreyfus. Todo esto armó mucho ruido, pero la reiteración en todos
estos temas y el descubrimiento de que no pasaba eso lo desacreditó poco a
poco.
Tan importante se
creía que llegó a publicar una novela ambientada en la Francia
post-revolucionaria, invitando al Embajador de Francia en Madrid a la
presentación. Sus ansias de creerse Victor Hugo, Flaubert, Dumas o Zola juntos
no había donde cogerlas.
Luego llegó el caso
Bárcenas, que acertó al denunciarlo, pero Mariano Rajoy le hizo caer y ahora
intenta desesperadamente recuperar el poder que creía tener. Su guerra con el
nuevo director de El Mundo es cómica, y ya no podrá volver a escribir allí. De
los siete Pecados Capitales, Soberbia e Ira van con él (soberbia por sus aires
de superioridad y su ira al no ser el centro del Universo), Avaricia por sus
ansias de poder, Lujuria por aquel vídeo nunca aclarado… Y de lo de su piscina
mallorquina, mejor no hablar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario