Hace meses, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, amenazó
con multar con 750 € a los pobres que hurgaran en los contenedores de basura
para poder comer, ante la imposibilidad de ganar dinero honradamente para
comprar comida para ellos y para sus familias, si las tenían.
Cuando hacen ellos
eso, es por necesidad, aunque se arriesgan a pillar multitudes de enfermedades
por coger alimentos mezclados con otros ya en mal estado, putrefactos o
caducados hace mucho tiempo. Antes eso que robar.
Pues eso no les
parece bien a los alcaldes de algunas otras ciudades, como ahora Sevilla, que
parecen acordarse de aquella nefasta Ley de Vagos y Maleantes (sí, han leído
bien) que existía en los finales del franquismo y que enviaba a la cárcel a
cualquier mendigo. Ya lo recordaba de los cómics españoles de la época, cuando
aparecía cualquier policía enviando al protagonista a estar entre rejas si le
pillaban pidiendo limosna.
Por lo visto, piensan que gente haciendo eso perjudica la
imagen de la ciudad y vienen menos turistas. Con miseria o sin ella, vienen los
turistas igual, señores, vean ejemplos como Bangkok o la India, que fascinan al
turista extranjero sin importarles la pobreza extrema de la mayoría de sus
habitantes. Lo que ahuyenta el turismo sería que hubiera demasiados robos, sobre
todo a los turistas.
El alcalde de
Sevilla, José Ignacio Zoido (PP), ha subido la multa que proponía Botella en
Madrid y llega a 790 €. No sé si sabrá el señor alcalde que Jesús de Nazaret
vestía como un pobre, se encontraba más a gusto entre gente pobre y sencilla
que entre los ricos, a los que acertadamente advertía con la frase “Antes pasará un camello por el ojo de una
aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos”.
Esto lo digo sin querer caer en ningún momento en
demagogias, pues ya conocemos que las diferencias entre ricos y pobres caen
también en que a los segundos les encantaría ocupar el lugar de los primeros o
llegar a ser como ellos. No obstante, se olvidan ciertos políticos de la
tragedia que atraviesa la gente honrada de clase baja que no tiene trabajo. Se
les ha demonizado obsesivamente diciendo que no quieren trabajar y no lo harán
hasta que se les acabe el subsidio. Falso. Nadie puede vivir como un rey con
700 € al mes (como máximo), sobre todo si tienes facturas o deudas que pagar. Yo mismo lo
sé por propia experiencia, y para vivir aceptablemente, hay que trabajar,
ganando un sueldo digno y suficiente, claro.
Y la corrupción
masiva, como las “tarjetas black” que han salpicado incluso a la izquierda más
solidaria con los pobres (Izquierda Unida), ha desencantado aún más a la
ciudadanía. Tampoco haré demagogia con esto, ya oído miles de veces que casi lo
hemos aceptado con resignación, al no salir casi nadie que lo remedie y encima
algunos que decían que acabarían con la corrupción eran ellos mismos unos
corruptos mil veces peores. El peor ejemplo lo tuvimos en el fallecido Jesús
Gil, ex Presidente del Atlético de Madrid y alcalde de Marbella con más del 80
% de los votos, que incluso extendió su poder a otros Ayuntamientos como Estepona
y Ceuta, para acabar sembrando una red de corrupción y especulación que deja en
inofensiva la actual de Granados y otros políticos detenidos en la Operación
Púnica.
El Tercer Mundo está
poblado de países con pocos recursos, con poco dinero también, no por que nunca
lo hayan tenido, sino por que los países europeos que los colonizaron les
quitaron sus recursos naturales (minería, materias primas, alimentación, etc.)
y cuando se independizaron, pudieron seguir a su manera, pero sin la fuerza y
la competitividad que sí tiene cualquier país europeo puntero. Zoido, por esa
regla de tres, les tendría que multar a todos sus habitantes por pasarlas
canutas para poder comer algo durante el día, con esos niños esqueléticos que
cada día mueren miles por hambre. Pero esos dirigentes políticos les siguen
viendo con el paternalismo de la gente del Primer Mundo. Hace poco pusieron en
La 2-TVE un reportaje del NO-DO de 1951, donde mostraban cómo se trabajaba en
la Guinea Española (actual Guinea Ecuatorial). El narrador justificaba que sólo
los blancos mandaran allí, pues parece ser que para ellos, los negros estaban
incapacitados para gobernar como debía ser.
Ese reportaje es
muestra de una época en donde se pensaba de una manera que hoy en día nos da
vergüenza ajena, pues pocos pensarían mal ahora de los africanos como
gobernantes de sus países y reconocerían que el hombre blanco se portó muy mal
con ellos. Los misioneros cristianos, presentes en todos esos países, y en
condiciones casi siempre duras, por falta de medios e incluso sufriendo
hostilidad por parte de los poderosos locales, han avisado miles, millones de
veces sobre qué debe hacerse con los pobres de esos países, pero como decía
Jesús, sólo se da a los pobres lo que a uno le sobra.
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