En Agosto de 1961 se construyó un muro que dividía la
ciudad de Berlín en dos sectores pertenecientes a dos países distintos, aunque
en el fondo eran el mismo país, pero con dos Regímenes políticos muy
diferentes.
Desde 1949, Alemania
estaba dividida en la RFA (República Federal de Alemania) y la RDA (República
Democrática de Alemania). Una capitalista y la otra comunista. Berlín estaba
dividida en dos ciudades diferentes, Berlín Oeste y Berlín Este, aunque se
podía acceder de la una a la otra por la Puerta de Brandenburgo.
Como muchos
habitantes de la RDA y de otros países del Pacto de Varsovia se fugaban a
Berlín Occidental para fugarse a Occidente, la mayoría de ellos jóvenes muy
preparados y formados, el Gobierno de la RDA decidió construir, con la misma
velocidad de la de un concursante de Top Chef preparando un plato, un muro que
impedía que se fugaran más, al menos con la misma facilidad de antes.
Mucho se ha escrito
sobre lo que representaba el Muro, según el bando político. Los partidarios de
la RDA lo definían como “Una barrera contra el imperialismo”.
La mayoría de la gente no opinaba así, les parecía una aberración. Pero sólo
podía opinarse así en Occidente, por supuesto. Hoy en día, cualquiera lo vería
como el que ha montado Israel en Palestina, denominado, igual que el de Berlín,
“El
Muro de la Vergüenza”.
El Régimen de la RDA, con la inestimable colaboración de
su terrible policía política, la Stasi, que vimos tan bien retratada en
películas de ficción como “La vida de los
otros”, con legiones de espías infiltrados en prácticamente todas las
formas de vida social del país, y con micrófonos ocultos en las casas de miles
de personas, las cuales, si eran delatadas, acababan en la cárcel o en el más
profundo ostracismo, incluso sin posibilidad de encontrar trabajo, y sólo
tenían dos posibilidades: huir a Occidente o quitarse la vida. Por ello, mucha
gente intentaba pasar el Muro, pero entre 86 y 238 personas murieron al
intentarlo, al ser abatidas por la Demokratik Polizei (irónico nombre).
Miles de historias,
de artículos, de libros, se han escrito sobre el Muro de Berlín. Sólo algunos
nostálgicos desearían reconstruirlo, pero ello no encontraría casi apoyo, más
allá de un puñado de gente anacrónica nostálgica de supuestas glorias pasadas.
No diré que el
Régimen capitalista que luego se instauró en la RDA al reunificarse Alemania en
1990 sea mejor que el Régimen que había antes, en muchas cosas ha sido
contraproducente, incluso la Alemania actual que hace sufrir a los países más
débiles económicamente de la Unión Europea, pero tiene la ventaja de que si no
te gusta algo, lo puedes decir, incluso hablar mal del capitalismo, como
hacemos casi todos, o bien de él, algo que no existía en la RDA, que era, como
decía el chiste: “En EEUU, si no me
gusta Ronald Reagan, voy a verle y le digo todo lo que me da la gana de Ronald
Reagan. En Cuba, si no me gusta Fidel Castro, voy a verle y le digo todo lo que
me da la gana… de Ronald Reagan”.
Hoy en día, después
de tantos años y viendo aquello con la distancia lógica, ves las fotos del
Berlín de entonces con el Muro y ahora sin él, piensas lo que se piensa con
sentido común: está mejor la ciudad sin él. Cuando empezó a caer por fin en
Noviembre de 1989, el valor simbólico del mismo quedó reducido a un vulgar
“souvenir” para turistas, como los sombreros mexicanos que venden algunas
tiendas de “souvenirs” de las Rambles barcelonesas. Muchos artistas estuvieron
varios años yendo a donde estaba el Muro, o lo que quedaba de él, para llevarse
una piedra. Aún se recuerda el reencuentro entre el cineasta Pedro Almodóvar y
la actriz Carmen Maura, que dejaron de hablarse después del tempestuoso rodaje
de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, y él quería reconciliarse con
ella regalándole un pedazo del Muro. Yo no preferiría un regalo así, me
gustaría otro “souvenir” cultural alemán, que hay muchos y mejores. El Muro no
lo querría ni para usarlo como decorado del sótano de la mansión de la familia
Monster, ese donde el Abuelo, un Conde Drácula de gerátrico, hacía sus
experimentos del estilo del Profesor Bacterio.
Durante los 28 años
de existencia del Muro, algunos políticos de ambas Alemanias intentaron
suavizar las duras condiciones de vida de los berlineses que ya no podían ir
libremente de un lado a otro, con miles de familias atrapadas en un sitio o en
otro y que no se podían ver, casi ni siquiera hablar por teléfono. Willi
Brandt, durante muchos años alcalde de Berlín Oeste y luego Canciller de la RFA
hasta su dimisión en 1974, fue de los que más luchó en ese sentido, aunque
también quería hacer caer el Muro. Y la RDA sólo quería dejar pasar a jubilados
a Berlín Oeste, con la condición de que los que huyeron de la RDA volvieran a
ella. La RFA se negó a pasar por eso.
Todos recordamos la visita
de Kennedy a Berlín Oeste en 1963, en su famosa gira europea, pronunciando su
famoso discurso ante el Ayuntamiento, y la frase “Ich bin ein berliner” (Soy
un berlinés), que se convirtió en símbolo de la época, en un momento que el
propio Kennedy también luchaba por modernizar su propio país, que aunque era
una democracia, también tenía sus propios dictadores, los cuales acabaron
asesinándolo unos meses después.
El Muro también formaba parte de las alambradas del resto
de países del Pacto de Varsovia, y así formaba el tristemente famoso “Telón de
Acero”, del cual mejor no hablar, pues el mismo Muro, de menor extensión, ya te
da la misma claustrofobia. Los políticos son incapaces de comprender que sus
ideas no son las únicas que deben funcionar en el mundo, y los que llegan a
maltratar a sus ciudadanos con ellas, no se merecen gobernar. La izquierda
aprendió la lección y puede gobernar sin caer en estas aberraciones, igual que
la derecha cuando se dejó seducir por el totalitarismo, léase Franco, Hitler o el
Mariscal Pétain.
Por ello, cuando la
caída del Muro, ya dejaban los guardianes de la RDA que se fuera la gente, pues
aquello ya caía de puro viejo, más antiguo que las canciones de Camilo Sesto, y
ni ellos mismos creían ya en aquel sistema anticuado. Como el Movimiento 15-M,
la gente que se iba al Oeste no era fascista, era gente normal, nada
extremista, simplemente no le gustaba lo que le ofrecían en esos países y se
iba.
Los únicos recuerdos
actuales del Muro son zonas donde se ha dejado como recuerdo histórico, para
que no se olvide, junto con algunas torres de vigía, y zonas que hay unos
adoquines en el suelo que atraviesan avenidas, parques y calles. Que no se
vuelva a repetir.
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